Familias erradicadoras de coca trabajan por la seguridad alimentaria en medio del COVID-19

Fundada por mujeres que participan en el Plan de Contingencia, la Cooperativa Multiactiva Sembradoras de Paz COOMULSEPAZ es la responsable de coordinar las acciones que buscan asegurarle a Anorí que no habrá escasez de alimentos.

Desde finales del 2019 el Plan de Contingencia en Apoyo a Familias Erradicadoras de Cocaha fortalecido las capacidades productivas y redes de colaboración de 1967 familias vinculadas al Programa Nacional Integral de Sustitución (PNIS). En Anorí, Antioquia estos avances han permitido que las organizaciones locales estén hoy en la capacidad de trabajar por la seguridad alimentaria de sus comunidades, en un momento en el que la crisis por la pandemia de COVID-19 propone retos sin precedentes para las cadenas de abastecimiento en todo el país.

Fundada por mujeres que participan en el Plan de Contingencia, la Cooperativa Multiactiva Sembradoras de Paz COOMULSEPAZ es la responsable de coordinar las acciones que buscan asegurarle a Anorí que no habrá escasez de alimentos.

Huertas para un futuro sostenible

Mirian Arenas hace parte de la cooperativa COOMULSEPAZ y es la presidenta de la Junta de Acción Comunal de su vereda.

“No es mucha la tierrita que tengo, pero ofrecí una partecita para hacer una huerta con la comunidad”. En su finca funcionará una de las dos huertas comunitarias que se están instalando en la zona rural de Anorí con el acompañamiento del Plan de Contingencia. “Tenemos un técnico muy dedicado que nos está enseñando a hacer bien las eras y a cultivar, con el ánimo de mejorar nuestra seguridad alimentaria”, cuenta Mirian.

En este capítulo de la serie web Sembradoras de Paz podrás conocer más sobre Mirian.

Durante los primeros días de confinamiento por la emergencia sanitaria del COVID-19, el cierre de las vías principales demostró que la capacidad de cultivar variedad de productos agrícolas sería más necesaria que nunca para el futuro del municipio. “Estas dos veredas se han dedicado exclusivamente a monocultivos como el café, el cacao y la ganadería”, explica Darío Montoya, el asistente técnico de PASO Colombia. “El municipio no tiene la producción de alimentos necesaria para autosostenerse. Con las dos huertas comunitarias lo que se pretende es empezar a diversificar la economía y la alimentación del municipio, así como dejar unos conocimientos técnicos que permitan a los participantes cultivar alimentos en sus propias fincas”. Las huertas proveerán de maíz, fríjol, yuca, plátano y hortalizas a unas 100 familias de ambas veredas, entre las que se cuentan 55 vinculadas al PNIS.

Las ventajas no solo vendrán con los nuevos frutos, sino también en sus semillas. En las huertas comunitarias se usarán y reutilizarán semillas autóctonas del territorio, que son variedades con un buen nivel de adaptación a los suelos y condiciones climáticas locales. Además, dado que las nuevas semillas seguirán sembrándose en esas tierras, esto traerá beneficios considerables para los campesinos anoriceños. “Antes teníamos que encargar semillas carísimas desde otras partes del departamento porque no tenemos suficientes aquí”, recuerda Darío. “Si las reutilizamos en el territorio, van a ser más asequibles para los campesinos y tendrán una mejor calidad. Aquí podríamos comprar tres kilos de semillas por el mismo precio al que conseguiríamos un kilo en Medellín”. Este enfoque facilitará tanto una producción más sostenible como el acceso a alimentos de calidad para ambas veredas durante los próximos meses.

La iniciativa ha despertado gran interés entre los vecinos y un sentido de unidad un tanto olvidado, pues además de las mujeres que están recibiendo un pago por trabajo comunitario en ambas huertas, se han sumado voluntarios de las juntas de acción comunal que reconocen en esta empresa un baluarte de su seguridad alimentaria.

“Aquí antes no había nada”, asegura Mirian sobre la producción de alimentos en su vereda. “Antes había que coger el costalito e ir a comprar la comida al pueblo. Ahora pensamos en comernos una parte de lo producido y reutilizar la mejor semilla para sembrarla nuevamente”. En momentos en los que la pandemia del COVID-19 parece imponer restricciones de movilidad y contacto en el mediano plazo, estrategias como las huertas comunitarias aparecen no solo como una innovación para la producción de alimentos a nivel territorial, sino como una respuesta a una ingente necesidad del campo colombiano.